Cuando nos entrampamos en la actividad y el día a día, muchas veces nos cuesta trabajo observar los avances y de pronto nos sentimos desanimados.
Cuando el ímpetu inicial se disipa y sólo nos quedamos con nuestra mente juguetona y los esfuerzos, es común que el desánimo nos invada.
Para evitar eso, el mejor tónico es realizar revisiones de vez en cuando. Verificar avances constantemente nos permite visualizar los defectos y desvíos que vamos teniendo con respecto a la ruta original de nuestro objetivo, pero además nos deja ver los pequeños grandes avances. Son pequeños porque deben darse en un lapso relativamente corto, pero grandes porque al sumarse nos traen la visión cada vez más clara de nuestras metas.
¿Cada cuándo haces revisiones de tus avances?