Muchas veces nos sentimos ofendidos y pensamos que no habrá una forma real de perdonar a quien nos ha afrentado. La verdad es que una cosa es exigir que se nos respete y otra muy distinta hacer propias las críticas de otro.
Cuando alguien habla, tenemos la opción de escuchar o no, y también tenemos la opción de creer lo que dice o no. Si lo que está diciendo es algo que nos puede lastimar, es nuestra decisión exclusivamente el hacer caso. No digo que no debamos poner atención a lo que nos dicen, pues lo más seguro es que nos estén diciendo algo que, lejos de ser o no verdad, nos puede resultar de utilidad. Sin embargo, aun cuando sea cierto y pensemos que puedetener razón, no debemos hacer de ello una cuestión definitiva, es decir que nos defina. Podrán decir que somos impuntuales, o tal vez que somos agresivos, sin embargo, esto aplica sólamente en determinados escenarios, NUNCA es absoluto.

Las críticas nos sirven para entender como nos ven, pero no como somos. (Photo credit: Peter Alfred Hess)
Si mantenemos esto presente, es decir, que también podemos ser puntuales o tener sutileza para otras situaciones dependiendo nuestro interés personal, entonces lograremos separarnos de las críticas. Entonces podremos dimensionar adecuadamente las palabras del otro, y decidir si queremos pedirle que aclare sus comentarios o sencillamente ignorarlos, pero no los haremos propios ni permitiremos que nos hieran.
Por ello, no permitamos que comentarios adversos nos influyan, y que nos marquen como personas. Simplemente, evaluemos su grado de verdad y si es algo que podemos mejorar, pues pongamos manos a la obra.